domingo, 21 de diciembre de 2014

Las bondades recibidas

La razón, diferencia con la bestialidad de los animales, orienta al hombre hacia la invención de prácticas y métodos en contra de todo lo que lo rodea. Pero es ese post, el después no contemplado, la resaca y sus dolencias, lo que lo lleva a hacer un llamado a su bondad. Una de las modalidades es la que se reseña con el nombre del "apoyo a los artistas". Presupuestados como almas en condición de discapacidad, los artistas son conducidos y clasificados como objetivo de ser socorrido por medio de la caridad. Todos los que se ciñen a la moldura de lo exitoso ven en el arte y en sus operarios un motivo para ejercer la rebaja de impuestos y la gimnasia de las buenas actuaciones. Así se apoya al arte del mismo modo en que se inserta el billete cuando pasan la bolsa durante el oficio religioso, o como se renuncia al cambio tras la solicitud de la cajera en el supermercado.

Bogotá, 2014

miércoles, 17 de diciembre de 2014

En campaña

Bajo la bandera ambientalista se cometen atentados contra natura. El más reciente es el caso de aquel amante de los animales y de la selva que prometió ser el almuerzo de una anaconda. La polvareda se hizo por los a favor y por los en contra de tan loable ofrecimiento en favor de los animalitos, aquellos seres desvalidos que, como los niños, los desplazados, los negritos, los "handicaps" (ojo, in english es dignificado el rótulo), los pobres, etc, etc. (la lista es larga) necesitan la salvación de estas manos salvadoras y todopoderosas. Y se rascaron su bolsillo para buscar los billeticos o el cheque que se produce con la tala de los árboles que ahora protegen a capa y espada. Todos nos agarramos de los pelos, de pensar en aquel pobrecito, carne de nuestra carne, que iba a ser presa voluntaria de tan magnífica bestia. Y ahí comienza el factor para desconfiar de lo tan confiable. Un ofrecimiento de tamaña envergadura no podía ser verdad, o cierto, en su defecto. Para nadie es un misterio que el animalito tiene un apetito voraz que lo lleva a empacarse una lonchera de gran tamaño. Pero no nos engañemos, que su menú no contempla ingredientes mediáticos o vedettes televisivas (aunque es verdad que la bestia no reconoce títulos nobiliarios). Él o ella, se come al anónimo cervatillo, a la desconocida vaca, o el olvidado habitante de la selva, todos a cual más digno de llevar el rótulo, y aquí sí con toda elegancia de N. N. Pues el vídeo es una hermosura. Apenas para el tamaño de la expectativa, el televidente (porque así pasamos a llamarnos los que desplazamos la televisión de los ochenta por el youtube de los tiempos actuales) asiste a la tensión melodramática de aquellas miradas femeninas que anuncian la tragedia. Dos mujeres, una exótica y una mona (para cobijar todos los gustos), ayudan a que el sonido de los redoblantes no sea necesario. Luego, muchos primerísimos planos, pornográficos, que nos dejan ver hasta las amígdalas de esta creatura, culpable de la pérdida de nuestra inocencia original, para luego empezar a leer en subtítulos, el lloriqueo de nuestro ambientalista, que se queja por el brazo, por su irrigación y demás, y para descubrir que aquel crisol de la valentía y de la lucha por los derechos de los desprotegidos está envuelto, como choripapa, en un traje de metal, del que asoman cables que, imagino, se enchufan a una generosa carga de electricidad, para no negarnos el derecho de seguir contemplando su lucha en favor de la selva y de otras bestias.

Bogotá, 2014

sábado, 6 de diciembre de 2014

Sobre las sutilezas de las denominaciones

Avezada en las lides del lenguaje, más lenta en el procesamiento de las palabras que salen de las bocas (aunque no tanto de la mía), he incursionado en la opacidad de las denominaciones y en los modos en que los demás moldean las realidades (múltiples que las hay) de los demás (siempre de las propias). Me hablan de la poca resistencia a la chanza, al barbitúrico y a la materia tan auténtica de la broma floja, rayana en la chabacanería y, deuda amiga de la poca elegancia, la brutalidad en pasta, que, según las imposiciones de la libertad, debo aceptar como pasable, como potable y como digerible. Pura y física impotabilidad (por no andarme con groserías, que no me gustan). En cambio, me incrusto el lente máximo en la pupila y con el dolor del procedimiento aún en la esfera ocular, empiezo a limpiar la grieta, a rellenar la simulación, a inflar la realidad.

Bogotá, 2014

lunes, 1 de diciembre de 2014

Cyrus, el fenómeno

Más allá de las controversias y de la palabrería que han desgastado las presentaciones de Cyrus, y sus subsecuentes apariciones (obviando las fotografías junto a su nuevo novio, descendencia directa del robot cinematográfico y de una muestra más del intento fallido en hacer un buen preparado de la mezcla intervención dramática e intervención política), doy fe de que he asistido y he vivido la experiencia de la tendencia de nuestros tiempos a airear lo tapado y a mostrar le escondido. Ya, durante la década de los sesenta, de la mano femenina de aquella que se disputó (o a la que le hicieron disputar) su autoría, la minifalda fue uno de los recortes del presupuesto para las generaciones futuras, representada, cómo no, en el recorte de la tela para la indumentaria de las mujeres que llevaban entre sus manos (o debo decir que, entre sus piernas) la tea de la irrupción.
Ahora, la cuestión va más al fondo (o más profundo, da igual) y se destapan y reciclan las ilustraciones y monitas de los libros de aquella materia "prohibida" que impartían las monjas en sus colegios con el fin de chulear el deber que debe de chulearse, biología de octavo año escolar, y los manualuchos de educación sexual que se venden al quiebre de cintura; es decir, que ahora me siento de nuevo sentada en una silla sin saber si sonrojarme o toquetearme o arrancarme las entrañas con tantas reivindicaciones de matrices, incubaciones, orgasmos, úteros, lunas, soles y semillas. Y, sin estar segura, de qué sería mejor: a lo Cyrus o a lo new age.

Bogotá, 2014