-¿Y a ti quién te dio derecho para hablar? -aunque no era realmente una pregunta para mí-. Sigue lamiéndonos las costras, que para eso existes.
Donde el fuego nunca se apaga.
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Donde el fuego nunca se apaga. Ya tengo una entrada trascribiendo el
cuento en este blog. Estoy obsesionado con la sentencia terrible de ese
relato y he p...