La mira de lejos, sus ojos van de los ojos a la blusa, de la blusa a la boca, de la boca al pelo. La mira de lejos no porque los separe mucha distancia, de hecho, sólo los separa los centímetros que tiene una mesa. La mira de lejos porque su mirada es distinta. Ella no sabe si él se da cuenta de que ella lo sabe y que ahora vive con ello, eso no interesa. Ya, a esta altura, no interesa. Él ha tomado esa decisión y la decisión se traduce en esa mirada que quiere ser lasciva, hiriente. Ya no son ojos, son dos órganos escrutadores. Es parte de la naturaleza, de su naturaleza. Ella lo sabe, y por eso, no dice nada, no dirá nada. Esperará, sentada. Es parte, también de su naturaleza. Esperar, de esperanza, no de un estado cataléptico. Esperará que algo rebote contra la pared y que eso que salga sea su reflejo, el de él, que se entere o que se de cuenta de que ella se da cuenta de su juego.
Bogotá, 2013
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