Puede colarse en la consideración humana que aquel que interpreta una pieza musical, no alcance a cruzar la línea de lo que se considera como acto creador. El intérprete puede asumirse como un sometido al ingenio de quien compone y él puede ocupar la casilla asignada a la virtud, al don, y al oficio. Pero esta consideración pierde aire no solo cuando se descubren las diferencias y matices que cada intérprete le prodiga a la pieza interpretada; sino también cuando se reconoce la incidencia que tienen los intérpretes sobre los compositores no solo en términos de inspiración, sino también que es el intérprete quien da vida a la creación del compositor; en últimas, es él, el intérprete, quien crea la obra, quien la inventa, quien la insufla de vida. De lo contrario, la creación del compositor, sería una pieza más del edificio museográfico del recuento y de la citación.
Bogotá, 2014
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