Acostumbrados estamos al aval del merecimiento. Me merezco esto o aquello, siempre excusado por un periodo de abstinencia o de excesos. Lo que no es digno de merecer es que tengamos que emplear nuestros días en buscar a quién o a qué merece el éxito o el fracaso en sus empresas.
Bogotá, 2014
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