En un ejercicio estrambótico (qué palabra tan genial y rotunda), lee cuatro novelas al mismo tiempo. Si el lector se queda en la superficie, en la irrealidad de los hechos, esto puede sonar a mentira o hazaña, qué más da y qué improtancia tiene. La cuestión no es tan complicada como parece porque, por un lado, todas las novelas tratan de lo mismo, y la lectura se hace por medio de relevos, por medio de susurros, traspasando a Nakata a la Alameda, a Scout a Oaxaca, a Senegal a Tokio, a Jorge a Barcelona, y, por el otro, todo es irremisiblemente reducido a la experiencia de vida, a la vida misma.
Bogotá, 2010
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