En andanzas por el barrio, miren lo que encontré,
con una calaverada me topé.
Cuando sonaba el teléfono, yo levantaba la bocina.
Luego decía "Aló", y si al otro lado no respondían imaginaba que se trataba de una calaverada.
No de un mudo, como lo llamaba mi madre,
Ni de una falla en la comunicación, como le decía el técnico que revisa las líneas.
No he vuelto a recibir ninguna,
Calaverada, claro está,
Porque ya no doy mi número a nadie.
Bogotá, 2012
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