En el hospital de las palabras, a la pobre "Sanación" la tienen en cuidados intensivos. A su lado, en cama pagada por el Estado, perdón, PERDÓN, por los impuestos que salen del pago de los servicios públicos y del derecho a la educación y a la salud, reposa "Sanador", con pronóstico reservado. Más allá, en sala de observación, justo pasando la puerta marcada con el aviso de "URGENCIAS", está "Arte". El bueno de "Arte", que es todo bondad y como dice la expresión popular "Más bueno que el pan", y al que ya miran con desconfianza los turnos de enfermeras, residentes y directores de piso. Al bueno de "Arte", le han hecho exámenes, le han preguntado por sus dietas, por los tiempos y las consistencias de sus evacuaciones, y después de unas jornadas que él no ha sabido si calificar como denigrantes o como solícitas, le han entregado en su mano perforada por agujas otra de las muchas órdenes de salida; lo único que ha omitido esta vez, a la enfermera que lo recibió para la toma de los signos vitales, son aquellos encuentros fortuitos y escondidos que ha tenido con "Sanación"; sí, "Arte" siente vergüenza de ello, aunque, se alegra, de que no haya pasado a mayores; bueno, por lo menos hasta ahora. Fin.
Bogotá, 2014
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