Justo ayer, mediando un licor de cerezas amargas, las historias volaron al viento: un señor subido de una altura de la cual ya no pudo bajar; hombres y niños trepados en bicicletas no superan el paso de un puente de concreto; pedidos de carbón por comunicadores; una huerta donde sólo debería existir árboles y pasto… Y, todo, porque ya llegó agosto.
Donde el fuego nunca se apaga.
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Donde el fuego nunca se apaga. Ya tengo una entrada trascribiendo el
cuento en este blog. Estoy obsesionado con la sentencia terrible de ese
relato y he p...
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