Anoche, en el taxi camino a casa, los conductores de la emisora del momento y un oyente se encargaban de criticar el monosilabismo de Messi. Nada afecta como lo soy al fútbol, sentí solidaridad por el criticado gracias a la hermandad del silencio. En medio del ruido que nos asfixia, en medio de la necesidad de todo ser humano de emitir un sonido que salga de su boca, me siento totalmente afín al mayor error que comete el futbolista argentino: optar por la respuesta plana, que no implique ningún afán retórico o exhibicionista; al fin y al cabo, para eso están los actos.
Bogotá, 2010.
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