Como estoy dedicada a las cosas que me molestan, forma ésta sana de sacarlas por medio de la escritura, además de la costumbre cada vez más difundida de comprar algo con el "me regala"; del uso indiscriminado y alcahueta del "nosotros"; de los peladientes y abrazatodoelmundo (aseguran que en eso radica la felicidad); debo sumar la de la pedigüeñería en todo lado, desde la televisión (artefacto que ya sólo uso como pantalla del reproductor de DVD), pasando por los buses de transporte público (que desde hace un tiempo por razones de salud, salubridad y seguridad, no uso) hasta los supermercados y su coladera en la caja registradora que, además de dejarles dinero extra por cuestión de impuestos, gastos de almacenaje y demás, tienen ahora la malsana costumbre de pedirle a su "cliente", un aporte de los pesos que hacen falta para redondear la cifra final que se paga, o una gotica, o un bonito, o no sé que más, todo para cosechar indulgencias con avemarías ajenas (se sabe o, por lo menos, se intuye que toda esa ´preocupación´por el prójimo se verá reflejada en excención de impuestos y otras prebendas para las grandes cadenas que se muestran a todos como indiscriminadas madres teresas de calcuta, mientras que a nosotros, o por lo menos a mí, para no caer en el saco ese que tanto detesto, nadie me da un aporte voluntario, ni me va a eximir de pagar impuestos o me va a conceder favores a cambio del dinero que donaría. Espero que se entienda que mi pelea no se concentra en los pocos pesos que esto implica (aunque no se sabe, porque he conocido personajes que, aunque predican una vida de anacoreta y de desprendimiento material, viven mirando de soslayo el bolsillo del prójimo), o en que como no me lo hacen yo no lo hago; sino que voy es al punto de que no necesito resarcir mis pecados mediante buenas obras u obras de caridad que me hagan ver y sentir como una buena samaritana.
Bogotá, 2011
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