Leo una entrevista a Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977), autor que ocupa mi casillero de forma intermitente pero contundente. Conocí a Neuman en la clase de Sylvia Saítta cuando leímos, como parte del programa del seminario, Bariloche. Desde ese momento bajé mi puente y lo anexé a mi listado de favoritos.
En la entrevista, Neuman menciona las dos líneas que sigue un cuento: la esférica y fantástica de Julio Cortázar, y la elíptica de Chejov, Hemingway y Carver. Esta respuesta me permitió aclarar un tramo más de mi resistencia a las producciones literarias de Julio Cortázar que ya no se refugia tanto en la urgencia efectista satisfecha con premura con los saltos de un nivel a otro (pienso en “Continuidad de los parques”) sino en esa voracidad suya, de Cortázar, por concluir, por cerrar, por no dejar cabos sueltos como si en ello radicara la maestría de un relato.
Al mejor modo de senderos que se bifurcan, siento la alegría del caminante al saber que, hace tiempo, decidí (sin aún saberlo) escoger el camino que Chejov, Hemingway y Carver han trazado.
Bogotá, 2009
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