Quizá el defecto que más evito es el de la injusticia. Para algunos es un mal que solo ataca a las altas esferas del poder. Para otros es un estado que ya ha pasado a la colección de objetos raros y curiosos. Para mí, la vigencia de su presencia es una cuestión que apabulla y que no perdona sexo, ocupación, edad alguna, porque para ser injusto lo único que se necesita es ser humano, demasiado humano.
Bogotá, 2010
Bogotá, 2010
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