Con los calores del mes de enero, he sufrido un descalabre en las cuestiones del gusto. Aunque no confieso a quién escucho en estos últimos días (en parte por culpa de mi hermano y su música de carretera), diré que leo por vez primera a Tomás González con un ritmo que deja mucho que desear.
Bogotá, 2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario