Viene bien, a los tiempos y el panorama del momento, traer a la superficie aquella disposición de Roland Barthes por la muerte del Autor como demiurgo único e inamovible de la obra literaria. La muerte, planteada por Barthes, es jugosa en el sentido de que es una excitación de la idea de la literatura como escritura y de la pérdida de autoridad de quien firma, en beneficio de quien escribe: es decir, lo bello del tanatismo barthesiano está radicado en su exacerbación de la literatura como una actividad compartida entre quien escribe y quien lee, en términos de producción estética.
Bogotá, 2010
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