Los DVD comprados en algún recoveco de la 7a. con 17, han desterrado las visitas a las salas de cine de Bogotá. La incidencia de su acción ha sido más poderosa que los cierres de teatros como El Cid o Radio City, y la tentación de ver un película desde la comodidad del colchón, entre la cobija y con una buena provisión a la mano de té y colaciones, supera con una gran ventaja la molestia de tener en mi espalda el quisquilloso ruido de un paquete de papas.
Bogotá, 2010
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