lunes, 6 de septiembre de 2010

La privatización del espacio público

Justo ahora que camino hacia el encuentro de mi restaurante favorito de comida thai, tuve la experiencia de sortear el número cuantioso de puestos ambulantes. Estos tolditos dan un toque bastante particular al paseo urbano. Acostumbrada como me encuentro a esquivar huecos, baldosas sueltas, cagadas de perro, escupitajos y olvidos, me parece delicioso que mi línea recta se vea interrumpida por graciosas sombrillas multicolores, monigotes del momento, inciensos, gorros de lana y demás enceres propios de lo cotidiano. Entre los puestos ambulantes es común ver, a la hora del almuerzo, toda la marejada de oficinistas y secretarias –seres que se acomodan día tras día a sus puestos de trabajo– consumir la rapidez que provee un pedazo de pizza, una empanada o una hamburguesa, antes de dar una corta vuelta que hace caso omiso al reclamo de sus ocupaciones.


Bogotá, 2010

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