Ficción o realidad. Las clasificaciones, más que para entender cómo funcionan las cosas en este mundo, sirven de complemento a nuestra necesidad de reconocer y reseñar todo lo que nos rodea. De igual modo sucede con la literatura y con la vida. Dados, como somos, a separar las cosas, pensamos que nuestra vida corre por una línea paralela a lo que escribimos o a lo que leemos, y todo el tiempo nos esforzamos por ampliar o por mantener la brecha que separa a las dos. Cuando hablo de la irrealidad de una separación entre la literatura y la vida no me refiero, por supuesto, a una cuestión de representación o de mímesis o de interpretación, me refiero a una cuestión más profunda, más vital y que no puede reducirse al juego entre el modelo y la copia, o entre lo escrito y lo leído.
Bogotá, 2010
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