martes, 28 de julio de 2009

A propósito de una despedida





City Rush, 2008, sumi ink on paper, 8.5 x 11.5 in ( 21.5 x 29 cm )

La vi de nuevo en la despedida de otro de los marmotenses que emigra para El Paso. Hace años que no nos encontrábamos, aunque llegaron a mi correo uno que otro mensaje de su parte. La noche del reencuentro, en casa de Andrea Torres, nos dio una lección del horóscopo chino, entre otras cosas, y nos repartió una tarjeta con su nombre, correo y página web. Hoy la vi y me sorprendí con la belleza y la sensibilidad de sus pinturas y dibujos. Me quedo, en un arrebato de lo personal, con las pinturas de 2007 y los dibujos de 2008…

Bogotá, 2009

Recomendado:

http://www.christinachow.net


lunes, 27 de julio de 2009

K. (A). H

En el curso [A propósito de la charla con L. P. y de las pinturas de K. (A). H]


Clio y Milka agatunadas


Con las casualidades, de lo virtualmente clasificable, engordo la colección de objetos encontrados, pinturas y fotos de otras gatas y algo que se me ocurrió sobre la marcha: la sospecha de que los editores son aquellos escritores que deambulan por los textos de otros buscando el propio…

Bogotá, 2009

domingo, 26 de julio de 2009

Amor felino

Historias ya contadas

La cuestión no es la de la página en blanco

-el mejor invento de la escritura-

La cuestión no se resuelve en la angustia, ni en la decisión.

Pulsión, ausencia, constancia, inspiración.

Todos nombres para algo sin nombre.

Todos límites para lo inconmensurable.

La cuestión no se sirve de fórmulas, ni de procedimientos.

Todo ocurre en la conveniencia del accidente.

Bogotá, 2009

miércoles, 22 de julio de 2009

Acerca del palimpsesto y el accidente


Meine Hände


Ayer P. M. me trajo un libro, del que había hablado a raíz de un ejercicio de iniciación que tiene como punto de partida una puerta entreabierta, titulado El libro de los libros. Historias sobre imágenes, de Quint Buchholz. Recién salió de mi casa me puse a hojear la cuidadosa edición a cargo de Editorial Lumen en Barcelona. El asunto es este: Buchholz lleva una serie de ilustraciones que desparraman en algún piso de la editorial. Allí se dan cuenta de que los dibujos remiten a la representación del libro y de que sería una buena cosa enviarlos a igual número de escritores para que escriban algo inspirados por el artista alemán. Quiero imaginar el modo en que llegan dichos sobres a autores como Javier Marías, Susan Sontang, Amos Oz, Antonio Tabucci, George Steiner, Orhan Pamuck, entre otros cuarenta, y cómo se sienten con el encargo. Por ahora, de la lectura, rescato este fragmento de un autor italiano que no conocía, Giuseppe Pontiggia:

Levantó la primera hoja, pero estaba en blanco. También la segunda estaba en blanco. Todas estaban en blanco. Se dirigió a la puerta y la abrió, pero al otro lado no había nada, sólo la llanura interminable. Entonces comprendió que las hojas en blanco eran el libro que quería leer, porque escribir y leer se habían convertido finalmente en la misma cosa.

Como suele pasar, lo busqué (a Pontiggia) en la Internet y encontré este bello texto sobre su escritura. De nuevo, el azar gana la partida y el accidente se muestra como el mejor modo de conocimiento:

Il mio modo di scrivere non tende all'affettazione, all'arcaismo, al purismo. Adopero un linguaggio molto comprensibile con screziature letterarie, senza voler essere in alcun modo sofisticato. Forse un lettore superficiale può non accorgersene, ma io lavoro moltissimo sui dialoghi, gli aggettivi, gli avverbi, i cambiamenti di passo, la sintassi, la costruzione della frase.

Recomendados:

http://www.quintbuchholz.de/hauptseiten/startseite.html

http://www.giuseppepontiggia.net/

Bogotá, 2009

lunes, 20 de julio de 2009

Historias encontradas


El viernes, mientras hacía tiempo, entré a una librería café y me puse a recorrer las estanterías de usados. De los títulos extraje uno de Evelio José Rosero Diago, Las esquinas más largas. No tenía precio. Bajé y pregunté pero nadie daba razón del valor que le correspondía. Lo miraron y en la primera página tenía una dedicatoria. Me preguntaron si no me importaba que el libro estuviese rayado. Les dije que no. Después de un tiempo de espera me dieron una cifra y yo ofrecí porque más que el libro me interesa la historia que existe detrás del detalle sin importancia de una dedicatoria, en la primera página, que, con letra verde, dice:

Para Harold Alvarado Tenorio

Con un abrazo

Evelio Rosero Diago

Bogotá/98

viernes, 17 de julio de 2009

Apariciones de lo invisible


Hace unos cuantos días escribí un texto sobre Barba Jacob que, en un comienzo, había inscrito en Miercolandia a través de “Mierdópolis”. Más tarde, y ya a punto de dormir, llegó a mí el arrepentimiento de haber terminado de esa manera no porque piense que no es así sino por una cuestión de vanidad: el texto me gustó y me daba pena que el regocijo terminase empantanado por el lodazal. Así que, al otro día y diligente, me levanté y opté por la tibieza de un “Bogotá” como cierre de mi más pura jactancia: la satisfacción de la escritura.

Bogotá, 2009

lunes, 13 de julio de 2009

El encuentro K.

A I.P. y a O. G. por la fuerza de la revisión

Por el mero accidente de una revisión bibliográfica, Ella se encontró con Él en el anaquel de la letra K. Lo había evitado, a fuerza del temor que sentía, dilatando la escena una y otra vez, una y otra vez, hastiando el encuentro al final del corredor. Ella había contado las escaleras una y otra vez, una y otra vez, haciendo un deber que nadie le había dictado. Ella había destripado los insectos una y otra vez, una y otra vez, con la suela de sus zapatos mientras otro le preguntaba por sus lecturas en el extremo de la línea. Los intentos fueron varios pero, al contrario de esos encuentros siempre fallidos, en el último momento se detuvo la escena y Él, por fin, pudo hablar:

Todos son muy amables con A., es como si, en el caso de una mesa de billar, se intentara cuidadosamente preservarla incluso de los buenos jugadores hasta la llegada del gran jugador, que examinará la mesa atentamente, sin tolerar el menor defecto previo, para luego, al empezar a jugar él, tratar la mesa con total desconsideración.

Luego, antes de salir, Él se acercó y, con aire tibio, escribió en las imperfecciones de su oído, el de Ella:

El mutismo es uno de los atributos de la imperfección.

Bogotá, 2009

Recomendado:

Kafka, Franz. Obras completas III. Narraciones y otros escritos. Edición dirigida por Jordi Llover. Trad. Adan Kovacsics, Joan Parra Contreras y Juan José del Solar. s/l: Galaxia Gutemberg; Círculo de Lectores, 2003. [En una bella edición en un bello papel]

viernes, 10 de julio de 2009

Inexistencias


Como lo dije hace un tiempo, no creo que existan las coincidencias. Lo que clasificamos como producto del azar no es otra cosa que aquello que tanto invocamos. Y así, bajo estos accidentes, me encontré con el otro día con esto…

Recomendados: Trashcan Sinatras


http://www.trashcansinatras.com/





Afinidades electivas

Poco o mucho se habla del miedo a la página en blanco. Hace poco leí un artículo sobre los títulos que, editores, autores, críticos, detienen justo antes de que los libros se asomen a la zona de lo publicado. El comentario lo hice en mi otro lugar www.soloentreletras.blogspot.com por lo que no vale la pena volver a hablar sobre lo dicho. Lo que me interesa ahora está inspirado por el inicio de la lectura de un libro del escritor americano Paul Bowles, escritor expatriado, compositor y viajante, conocido por ser el autor de El cielo protector, novela que luego llevaría, en 1990, Bernardo Bertolucci a la pantalla grande. El libro del cual hablo (y que también tiene otra de mis debilidades: concebir el libro como un objeto que supere y erosione su superficie, esta vez, mediante las bellas ilustraciones de Miquel Barceló) es Muy lejos de casa, novela publicada en 1992 con el titulo Too far from home. Hace tiempos no me era concedido el regocijo de un comienzo como este que procedo a transcribir para que ustedes juzguen la experiencia que ofrece:

De día, su cuarto vacío tenía cuatro paredes, y las paredes contenían un espacio definido. De noche el cuarto se extendía interminablemente en la oscuridad. (Bowles: 7)

Para terminar, quiero dar fe de una de las pocas cosas que aún no me han decepcionado a pesar de seguir incurriendo: la literatura norteamericana. ¡Salud por ella!

Muy recomendado: Bowles, Paul. Muy lejos de casa (con ilustraciones de Miquel Barceló. Traducción del inglés por Rodrigo Rey Rosa. Bogotá: Seix Barral, 1992, 141 p.

http://www.paulbowles.org/

http://www.miquelbarcelo.info/

martes, 7 de julio de 2009

Habladurías



Si de exilio se trata, después de mucho pensarlo y justo al terminar el almuerzo, puedo decir que lo único que extraño, en realidad, es la papita criolla…

Bogotá, 2009

lunes, 6 de julio de 2009

La justa medida


El sábado, entre la deliciosa mezcolanza músico-gastronómica de una celebración, conocí a G. Sorteando el bullicio de un teclado, dos micrófonos y unos descomunales amplificadores, me enteré de que nuestras historias habían tenido los mismos escenarios; primero, como parte de las artes y, más adelante, como epílogo de la Ciudad Blanca. Esto me sirvió, ya en casa, para recordar aquella suerte de película que hicimos, los matriculados durante el primer semestre de Artes Plásticas, en el tercer piso de esa vieja y alcahueta construcción de la 13 con 13. Me parece que dicha película se puede resumir como un rollo de 16 m. m. que mostraba un recorrido por calles de ciudad sobre el que cada uno fue agregando [con un único y privilegiado marcador de negra e indeleble tinta] un trozo del cuento que duró lo que duró una canción de Pixies.

Bogotá, 2009

La condición humana

«Me cago en los hombres», con un poco de invención, siendo fiel –eso sí– al verbo, esto es lo que cuentan que dijo un día Porfirio Barba Jacob mientras se sacudía en una calle. El móvil del asunto poco importa (no hay que recurrir a un gran alarde de imaginación cuando de miserias humanas se trata), porque algunas veces se disfraza del Arana que pide que le traigan más de lo mismo mientras una india (ahora huesos, piel seca y cuencas) participa, con su muerte, del festín al que tiene derecho por existir.

Recomendado: Credencial Historia. (Bogotá) [Material publicado por la revista].

viernes, 3 de julio de 2009

Miercolandia, como la llamaba Barba Jacob

Hay un vértice que aparece en la intersección de tres puntos. Cáliz o abstracción de una sexualidad (permite leerla como ‘comunión’), cada punto se prolonga hasta toparse con otro que es como sí mismo. Las coincidencias no existen. La coincidencia es un encuentro que se evita a toda costa y que apela a nuestra naturaleza fallida e imperfecta. José María Vargas Vila (1860-1933), Porfirio Barba Jacob (1883-1942) y Fernando Vallejo (1942). Yo no la evito.

“Yo llevo la Soledad conmigo y la esparzo en torno mío como una atmósfera. Nací con el alma de solitario. Solitario he vivido y solitario moriré.”
Diario, José María Vargas Vila


“Yo no he buscado nunca la amistad: la he rehusado siempre. Le he cerrado las puertas de mi corazón, como al amor”
Diario, José María Vargas Vila


Vengo a expresar mi desazón supremay a perpetuarla en la virtud del canto. Yo soy Maín, el héroe del poema,que vio, desde los círculos del día,regir el mundo una embriaguez y un llanto.
“Acuarimántima”, Porfirio Barba Jacob


Recomendados:
[Todos] Porfirio Barba Jacob, José María Vargas Vila y Fernando Vallejo.

miércoles, 1 de julio de 2009

Objetos encontrados

En la soleada tarde de este lunes, último festivo de tres que fueron seguidos, me encontré ―mientras caminaba por el barrio con un viejo amigo de universidad― con una sillita, de esas que no pueden esconder haber sido algo. Al verla, tuve que cargar con ella hasta casa. De igual modo (y con el perdón de ciertas susceptibilidades), entró a ser parte de esa colección de objets trouvées que últimamente asaltan mi vida. Mi amigo me preguntó qué iba a hacer con ella. Como es usual en mí, no supe qué responder. Pero más tarde, me dediqué un buen tiempo a buscar color y material originales mediante la eliminación de la pintura con una lija. Mientras lo hacía, pensaba en la recurrencia de mi padre por las sillas. Siempre llegó a casa con alguna otra, nueva o rezago de alguna mudanza de oficina. Cuando el espacio se agotó buscó llenar a sus queridos “Nemocón” y “El Ocaso”, con «apoyahumanidades» de todo estilo, color y material. Las veces que iba me dedicaba a esconder algunas cuantas pero más rápido era el reclamo porque cada una de ellas significaba, para él, la posibilidad más real de ver el paisaje desde un ángulo diferente.

Bogotá, 2009