«Me cago en los hombres», con un poco de invención, siendo fiel –eso sí– al verbo, esto es lo que cuentan que dijo un día Porfirio Barba Jacob mientras se sacudía en una calle. El móvil del asunto poco importa (no hay que recurrir a un gran alarde de imaginación cuando de miserias humanas se trata), porque algunas veces se disfraza del Arana que pide que le traigan más de lo mismo mientras una india (ahora huesos, piel seca y cuencas) participa, con su muerte, del festín al que tiene derecho por existir.
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