A pesar de los extraños calores que azotan por estos días (y desde diciembre) a la ciudad de Bogotá, los transeúntes se niegan al uso de la camiseta esqueleto y las sandalias de tres puntas. Esto me hace pensar un poco sobre las piezas de ropa que se escogen para conformar el ropero, y sobre la diferencia de dichas prendas de acuerdo a si estamos en época laboral o vacacional. Creo, ahora que escribo, que la razón de esta resistencia está un poco asentada en la clasificación que hacemos, como habitantes del interior, del ropero de acuerdo a nuestro desempeño dentro del mundo de la utilidad. Acostumbrados a la corbata, la media velada y el tacón, como utillaje que da a entender a los demás que estamos en el periodo productivo de nuestras vidas, dejamos las prendas vacacionales para el espacio íntimo del "entrecasa" y nos resistimos, a pesar de todas las incomodidades, a dejar, por un tiempo y en el fondo del armario, las chaquetas y los abrigos de paño.
Bogotá, 2010.
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