La lluvia ácida se hace a pocos con la callada calma de la tarde.
Ayer aturdieron las almas de las abejas alardeando sobre lo necesario de tomar medidas de manos y maletas.
Las gotas galopaban sobre las latas de los techosprovocando unos ruidos resecos.
Manos y, luego cuerpos, salieron de las sombras
confundiéndose con el verde follaje de sus sueños.
Bogotá, 2011
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