A P. A. T.
Sin importar la razón, ni las circunstacias, que llevan a alguien a pedir perdón, me siento en la obligación de hacer las siguientes observaciones que han sido motivadas por la virtual charla sostenida con una amiga que me escribió que su ex le había escrito "para pedirle perdón" (disculpen lo cotidiano de la anécdota, pero como la literatura es vida y la vida, literatura, me doy la licencia de hacerlo).
Basada no sólo en la experiencia de mi amiga, sino en mi propia experiencia (como víctima y propugnadora de dichas palabras: "lo siento" o "perdóname"), me siento en plena capacidad de declarar la nula eficacia de dicha expresión sobre el (la) abatido(a). A mi modo de ver, no representa ninguna dificultad o esfuerzo proferir un "Lo siento" o un "Perdóname" cuando ya todo ha pasado. Pregunto: ¡Quién te has creído, pedazo, para pedirme a mí que te perdone? Hay, por supuesto en el gesto de implorar o solicitar un perdón, en su aparente docilidad, un afán de expiación de la culpa y de clara intención de seguir subordinando a quien se le solicita. Nada más cómodo que pasarle el problema al otro, para que sea el afectado o afectada, quien resuelva el tan decadente asunto.
Lo difícil es, y por ende, digno de reconocimiento, reconocer en el momento en que se consuman los actos, lo errado de los mismos, y evitar la catástrofe, y no venir, con un trasnochado "Lo siento" o "Perdóname" a buscar lo que nunca fue necesario encontrar.
Por eso digo, como le dijo el padre a Georg, en el cuento "La condena", levantando mi dedo índice: "Yo te condeno a morir" (para que sea el mismo que solicita la absolución, quien haga el trabajo sucio, botándose desde el puente).
Bogotá, 2011
1 comentario:
Hola Andrea, a propósito de la lectura del relato de Kafka, sería bueno que leyeras el texto de Deleuze y Guattari: Kafka. Por una literatura menor. Un saludo.
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