lunes, 17 de mayo de 2010

Continuidades

Del espejo odio su impertinencia en el descuido de mis ojos;

el atrevimiento de su rostro que repite mis gestos más inoportunos y que me muestra lo que no quiero ver.

Del espejo amo la manera en que engulle las esquinas y las puertas;

la insolencia de su gusto por lo repetido

y la extrañeza de lo mismo.

Bogotá, 2010.

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