Del espejo odio su impertinencia en el descuido de mis ojos;
el atrevimiento de su rostro que repite mis gestos más inoportunos y que me muestra lo que no quiero ver.
Del espejo amo la manera en que engulle las esquinas y las puertas;
la insolencia de su gusto por lo repetido
y la extrañeza de lo mismo.
Bogotá, 2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario