De a mordiscos, me muerden.
De a mordiscos arrancan cada uno de los dedos de mis pies
Y las vísceras que ya cuelgan de mi espalda
Aunque no son dedos ni son vísceras
Unos dientes, que no son los míos,
Mordisquean mi carne
Se deleitan con mis ya roídos huesos.
Bogotá, 2010.
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