Todo ocurre en la entrada de una casa en un lugar cálido, de estación. Hombre y mujer, sentados, contemplan la escena de la caída de la tarde en los árboles del barrio.
El engaño solo puede ser leído mediante el juego de sacar las cartas poco a poco, dilatando el momento final porque lo que menos se quiere es pensar en el fin como un algo probable.
Entre un punto y otro, lo más llevadero es la línea recta.
Bogotá, 2010.
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