La mujer vuelve a leer lo que escribe
y, en las letras, reconoce no su rostro,
perdido entre el pelo,
sino su voz.
Bogotá, 2010
Donde el fuego nunca se apaga.
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Donde el fuego nunca se apaga. Ya tengo una entrada trascribiendo el
cuento en este blog. Estoy obsesionado con la sentencia terrible de ese
relato y he p...
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