La impresión primera que causa el minotauro es la de su reflejo en las paredes del laberinto. Su cuerpo erguido, líneas lisas sobre una superficie accidentada. Poco a poco los hombres, con sus antorchas, aprenden a trazar siluetas monstruosas sobre pedazos de pergamino. De ahí su fama tenebrosa, de ahí la historia del imposible regreso de sus fauces.
Bogotá, 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario