miércoles, 11 de agosto de 2010

Instantáneum

La impresión primera que causa el minotauro es la de su reflejo en las paredes del laberinto. Su cuerpo erguido, líneas lisas sobre una superficie accidentada. Poco a poco los hombres, con sus antorchas, aprenden a trazar siluetas monstruosas sobre pedazos de pergamino. De ahí su fama tenebrosa, de ahí la historia del imposible regreso de sus fauces.
Bogotá, 2010

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