Hablamos con el hombre, le pedimos que nos dejara entrar, que no nos demorábamos. Él continúo con su cigarrillo entre los labios y con la mirada colgada en el árbol del frente. Las pieles de las ovejas se arrinconaban junto a la mujer, eran una montaña blanco-sanguinolenta. Caminamos y no te pregunte a qué olía. No interesaba. Luego, la fila de cabezas que vi al otro lado en el vidrio opaco del baño.
BITÁCORA RIVERIANA (3). La edición crítica de La Vorágine (3)
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Edición crítica 1974
Luis Carlos Herrera, S. J.
BITÁCORA RIVERIANA (3)
*La edición crítica de La Vorágine*
Isaías Peña Gutiérrez
Cuento una anéc...