martes, 25 de marzo de 2014

Tiempos actuales, tiempos de sanación

En el hospital de las palabras, a la pobre "Sanación" la tienen en cuidados intensivos. A su lado, en cama pagada por el Estado, perdón, PERDÓN, por los impuestos que salen del pago de los servicios públicos y del derecho a la educación y a la salud, reposa "Sanador", con pronóstico reservado.  Más allá, en sala de observación, justo pasando la puerta marcada con el aviso de "URGENCIAS", está "Arte". El bueno de "Arte", que es todo bondad y como dice la expresión popular "Más bueno que el pan", y al que ya miran con desconfianza los turnos de enfermeras, residentes y directores de piso. Al bueno de "Arte", le han hecho exámenes, le han preguntado por sus dietas, por los tiempos y las consistencias de sus evacuaciones, y después de unas jornadas que él no ha sabido si calificar como denigrantes o como solícitas, le han entregado en su mano perforada por agujas otra de las muchas órdenes de salida; lo único que ha omitido esta vez, a la enfermera que lo recibió para la toma de los signos vitales, son aquellos encuentros fortuitos y escondidos que ha tenido con "Sanación"; sí, "Arte" siente vergüenza de ello, aunque, se alegra, de que no haya pasado a mayores; bueno, por lo menos hasta ahora. Fin.

Bogotá, 2014

jueves, 20 de marzo de 2014

Tras la ventana

Trataré de hacer esto como si tratara de un evento absolutamente desvinculado de la realidad vivida. Trataré de aclarar que los personajes y los hechos relatados no pertenecen ni se corresponden a ningún nombre, persona, lugar, ubicación o tiempo en específico. Para ello, he decidido titularlo con una de las imágenes más inverosímiles con las que cuenta mi repertorio creativo, alguien mirando por la ventana; qué más irreal que eso.

"Ya perdida la costumbre de lo que era viajar en una buseta de transporte público [de esas pequeñitas, compactas, de sillas y techo estrechos], nuestra protagonista inicia su viaje de regreso a casa. En contravía, como el salmón, porque, desde que tiene memoria, a esa hora del día les dio por devolver lo que antes iba sólo de ida. Así va ella, y para pasar el impase de su paso por el pasillo de dicho vehículo, se concentra en ver los cuerpos que pasan y que son pasados por su tránsito. Y lo que ve le da tristeza. Ve la grosería de la gente, y no se refiere a su capacidad y habilidad para proferir insultos o expresiones desobligantes que ya, de tanto uso, se han vuelto expresiones de cariño; no, no se refiere a eso, se refiere al aura de la gente que pasa, y que explica el pozo inmundo donde se revuelcan las leyes y del cual comen y son comidos los que tienen el poder, y que también se refiere a las calles llenas de excrementos y de huecos, figura retórica de la inmundicia en la que se están sumiendo."

Bogotá, 2014

jueves, 13 de marzo de 2014

Lo (in)conveniente de la palabra dicha

La palabra dicha, en nuestros tiempos, tiene una función contraria a la ejercida en lugares y tiempos ya remotos. Esa palabra, a la que se daba libertad, se convertía en la mensajera de un compromiso; en la actualidad, la palabra mentada se ha vuelto una salida muy efectiva para dilatar los oficios. La palabra pronunciada se reclama ahora como el efecto de lo inmediato, como el modo más rotundo de conseguir un propósito determinado. Aparte de servir para el insulto y la afrenta, la palabra dicha se ha convertido en el puente que pisotean nuestros intereses.

Bogotá, 2014

miércoles, 5 de marzo de 2014

Sobre la permanencia de las impresiones

Contrario a lo que se pueda suponer, contrario a la lógica de la permanencia, son las experiencias derivadas de las primeras impresiones, las que conservo en el banco de la memoria. Aquello que catalogo como recuerdo, aquello que moldeó lo que he sido, lo que soy y lo que seré, proviene de situaciones puestas en mi vida y que no requirieron de mí acción alguna; es decir que no anunciaron su llegada o su visita, que se juntaron a mi cuerpo sin decir su nombre. Y he aquí la clave del asunto. La mayoría de los surcos, de las líneas y de las intersecciones que me constituyen, provienen de experiencias sensoriales que buscaron mis oídos o mis manos, o mi lengua, o que se toparon con ellos, de forma accidental: el olor de un salón del jardín, un lunes a primeras horas de la mañana; el aroma que se escapó de la lonchera en el patio del colegio; las marcas de esferos, compases y cuchillas depositadas en los pupitres; la suavidad de la manito de Amelia; el sabor indefinible de las gomitas revueltas con el calor de la mano, o el gusto de un beso producto (r) del enamoramiento; el recuerdo de las ciudades no por sus placas o por sus calles o por sus monumentos sino por ese olor que me recibe, o por los sonidos que arrojan sus calles. Todas estas experiencias, asociadas al accidente de la impresión, son en últimas, y en primeras, mi totalidad.

Bogotá, 2014

domingo, 2 de marzo de 2014

En las teclas

Piano y máquina de escribir, qué otra prueba necesita el escritor para comprender que la escritura es un asunto de ritmo, de musicalidad, de armonía; qué otra prueba necesita para entender que escritura y música son lo mismo.

Bogotá, 2014