viernes, 12 de diciembre de 2008

Revisión


Ahora, que encaramo cosas a mi sitio, me doy cuenta de que hace dos semanas no incluyo nada nuevo. Aprovecho, entonces, la ocasión para alejarme un poco de mis textos e ingresar a los textos de otros. Leo, hace días y tratando de evitar el deber, una novela de una escritora colombiana, joven ella, incluida dentro de eso que les dio por llamar Bogotá 39, Pilar Quintana. La leo porque me di a esa tarea y porque hace unos meses, en una de esas ventas de bodega que resultan en los corredores de la Biblioteca Luis Ángel Arango encontré su segunda novela Coleccionistas de polvos raros, por uno de aquellos precios que es imposible evitar. Tardé mucho en terminarla y la cuestión no obedece a una complejidad en su apuesta literaria. Es más, se lee, como rezan las novelas de ahora, de forma ágil y rápida. La tardanza obedeció más a un problema de conexión. Debo confesarlo: es mi falta. Sin lugar a dudas. Para animarme, tuve que buscar en Google los enlaces que aparecieron al escribir su nombre en el espacio en blanco. Debo decir, también, que la motivación responde mucho más a un afán por saciar la curiosidad frente a un chisme. Muy apropiado para la sección de farándula de nuestros noticieros. La tensión fue dada, primero, por un artículo sobre Andrés Caicedo que le publicó a Quintana una de esas revistas que son trampolín y escena de nuestros jóvenes y avezados talentos literarios. Más que con su texto, me entretuve con los comentarios de los lectores. Después, no pude evitar el paso a una respuesta a modo de carta de amor de Sandro Romero a la susodicha. He aquí la delicia que se permiten estas revistas “solo para hombres”. No hallé más cartas cruzadas sobre el tema. Tal vez el asunto quedó zanjado allí o, es muy probable después de leer algunas entrevistas concedidas por la escritora, que el asunto se solucione en alguna próxima novela. Habrá que ver, seguirá siendo parte de mi tarea…

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