Práctico, buscó el gancho dentro de su bolsillo. La calle escuchaba el leve chirrido del alumbrado público.
La escena era sencilla: portones cerrados o clausurados, las bolsas de los desperdicios vendiendo sus tripas a los perros, las siluetas interminables de arbustos y jardines y, al fondo, como una mirada desprevenida, el escote de la calle, la rendija de la noche.
Bogotá, 2010
sábado, 5 de junio de 2010
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