miércoles, 25 de agosto de 2010

Geografía de la orfandad

"Si las coordenadas fuesen aplicables a un cuerpo, diferente al mío,
tendría serios problemas para llevar a cabo un trabajo de campo.
Por eso, siempre que acepto un nuevo oficio, me aseguro de que
tenga como principal requisito laboral mi casa."
Mi alter ego V. A.
Pienso la escritura de corte biográfico como la experiencia límite de travestismo del escritor en sujeto literario. La impostura, ejercicio deliberado del disfraz, demanda un gusto retorcido y oscuro (delicioso, en definitiva) por la suplantación. Este es el caso del escritor ruso Romain Gary (1914-1980) y sus diferentes deslizamientos de identidad a través del cambio de nombre. (A propósito aprovecho la ocasión para traer a colación una explicación de tipo postmoderno acerca de la tendencia que experimento, en carne propia y ajena, del uso de la expresión "deslizamiento" y su ubicación, según Lipovetsky en su libro La era del vacío, como "imagen deportiva que ilustra con exactitud un tiempo en que la res publica ya no tiene una base sólida, un anclaje emocional estable.").
Romain Gary, Émile Ayar, son -en definitiva- las reinvenciones de un sujeto, Roman Kacew, que ve, en sí mismo, el provechoso juego del rol y su afinidad con los artilugios propios de la creación literaria. El problema viene cuando la impostura corre el riesgo de ser erosionada, esta vez, por el Premio Goncourt de 1975 y se hace necesario develar el rostro que hay detrás de la máscara. Viene a colación el caso del escritor mexicano Mario Bellatin (1960) y los devaneos que alimenta mediante la prótesis de su mano derecha y las puestas en escena de sus apariciones públicas. Volviendo al expediente "Gary/Ajar", leo en estos momentos La vida ante sí, novela que cuenta la vida de Momo, hijo de prostituta que vive en un apartamento rotoso, en el que una mujer venida a menos y de proporciones monumentales (visión del niño) hace las veces de madre y cuidandera. La novela, estructurada a partir de episodios cortos, teje la visión de mundo de este niño al que se ha negado el encuentro con su madre y su año de nacimiento. Sin otro referente que el de un París enfermo, decadente e inmigrante, el problema de la identidad desconocida se supera a partir de la interacción con otros personajes que viven, en su cotidianidad, la felicidad de su miseria.
Bogotá, 2010

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